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Tengo algo muy importante que anunciarte. ¡Hemos nacido para ser eternos! ¿No lo sabías? Te cuento, ponte cómodo, deja todo lo que estés haciendo y lee.

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Esta pregunta nos la hemos hecho siempre. ¿Qué hay después de la muerte? ¿se acaba todo? La fe nos da la respuesta, y la revelación de Dios por supuesto. Te voy a hablar de la muerte, del cielo y del infierno. ¿Por qué? Porque es esencial para el resto de tu vida aquí en la tierra.

¿Qué es la VIDA ETERNA para los CATÓLICOS? Reflexiones cristianas

La muerte para los cristianos

La muerte es para los cristianos es una ganancia. Es el paso a la vida eterna. ¿Vida para siempre? Suena a cansado. A ver cómo es esto, ¿no te quieres morir o no quieres que se mueran tus seres queridos, pero tampoco quieres vida eterna? ¿En qué quedamos?

Para tratar de explicar esto mejor, ya que un servidor es muy poquita cosa, me basaré en unas palabras de la Encíclica Spe Salvi del maravilloso Benedicto XVI.

De la encíclica Spe Salvi, de Benedicto XVI

El Papa Benedicto XVI reflexiona: «La fe cristiana ¿es también para nosotros ahora una esperanza que transforma y sostiene nuestra vida? ¿Es solamente una parte de mis obligaciones diarias, una especie de valor cultural…?»

Benedicto XVI junto a su hermano Georg Ratzinger – Foto: Oficina prensa Vaticano

Según Benedicto XVI, la forma clásica del rito del Bautismo acogía al bebé en la comunidad de los creyentes y su renacimiento en Cristo. El sacerdote preguntaba a los padres qué nombre habían elegido para el niño, y continuaba después con la pregunta: «¿Qué pedís a la Iglesia?». Se respondía: «La fe». Y «¿Qué te da la fe?». «La vida eterna»

Según este diálogo, los padres buscaban para el niño la entrada en la fe, la comunión con los creyentes, porque veían en la fe la llave para «la vida eterna»

¿De verdad queremos vivir eternamente?

El Padre de la Iglesia Ambrosio en el sermón fúnebre por su hermano difunto Sátiro dice: «Es verdad que la muerte no formaba parte de nuestra naturaleza, sino que se introdujo en ella; Dios no instituyó la muerte desde el principio, sino que nos la dio como un remedio […]. En efecto, la vida del hombre, condenada por culpa del pecado a un duro trabajo y a un sufrimiento intolerable, comenzó a ser digna de lástima: era necesario dar un fin a estos males, de modo que la muerte restituyera lo que la vida había perdido. La inmortalidad, en efecto, es más una carga que un bien, si no entra en juego la gracia».

Ambrosio ya había dicho poco antes: «No debemos deplorar la muerte, ya que es causa de salvación».

Por un lado, no queremos morir; los que nos aman, sobre todo, no quieren que muramos. Por otro lado, tampoco deseamos seguir existiendo ilimitadamente, y tampoco la tierra ha sido creada con esta perspectiva. Pero entonces ¿qué es realmente lo que queremos? ¿Qué es realmente la «vida?» Y ¿qué significa verdaderamente «eternidad»?

San Ambrosio, padre de la Iglesia

Dice el Papa Benedicto XVI que: «en efecto, “eterno” suscita en nosotros la idea de lo interminable, y eso nos da miedo; “vida” nos hace pensar en la vida que conocemos, que amamos y que no queremos perder, pero que a la vez es con frecuencia más fatiga que satisfacción, de modo que, mientras por un lado la deseamos, por otro no la queremos»

No sabemos lo que queremos realmente; no conocemos esta «verdadera vida» y, sin embargo, sabemos que debe existir un algo que no conocemos y hacia el cual nos sentimos impulsados.

Vivimos desesperados

De algún modo deseamos la vida misma, la verdadera, la que no se vea afectada ni siquiera por la muerte; pero, al mismo tiempo, no conocemos eso hacia lo que nos sentimos impulsados. Esta «realidad» desconocida es la verdadera «esperanza» que nos empuja y, al mismo tiempo, su desconocimiento es la causa de todas las desesperaciones.

En el Evangelio de Juan, Jesús lo expresa así: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría» (16,22). Tenemos que pensar en esta línea si queremos entender el objetivo de la esperanza cristiana, qué es lo que esperamos de la fe, de nuestro ser con Cristo.

Audiencia general del Papa Franciso (noviembre de 2014)

«Desde la perspectiva cristiana la distinción ya no es entre quién está muerto o quién no lo está, sino quién está con Cristo y quién no está con Cristo. Este es el elemento fundamental y decisivo para nuestra felicidad. Aunque no sabemos el tiempo en que llegará el fin de todo lo creado, sabemos por la revelación que Dios nos prepara una nueva tierra: dónde habitará la justicia y la felicidad, saciará de manera sobreabundante los deseos del corazón del hombre. Esto es el Paraíso, que no es un lugar, si no un estado, donde nuestras esperanzas serán verdaderamente colmadas en una nueva creación con plenitud de ser verdad y belleza libre de todo mal y de la misma muerte».

Del Padre Juan José Paniagua

Sin Dios qué pequeño se vuelve todo. Porque mi meta no es alcanzar al Señor sino que la meta soy simplemente yo mismo. Me convierto en el centro de la realidad, satisfacer mis gustos y deseos del momento.

Padre Juan José Paniagua

«Sin embargo, los cristianos vivimos con una gran esperanza, que es poder encontrarnos algún día cara a cara frente a Dios. Cuando uno vive la vida así, todo cambia. Porque cuando tienes una meta grande, tu vida se vuelve grande, pero cuando tienes una meta pequeña, tu vida se vuelve pequeña».

Santa Faustina Kowalska

Por orden de Dios, santa Faustina Kowalska escribió las visiones que tuvo del Purgatorio, el Infierno y el Cielo en su Diario, la Divina Misericordia en mi alma (lo escribió en Vilna y Cracovia en los años 1934 – 1938), para que todo el mundo tuviera conocimiento de su existencia.

Santa Faustina Kowalska

Visión del Infierno

«Hoy he estado en los abismos del Infierno, conducida por un ángel. Es un lugar de grandes tormentos, ¡qué espantosamente grande es su extensión! Los tipos de tormentos que he visto: el primer tormento que constituye el Infierno, es la perdida de Dios; el segundo, el continuo remordimiento de conciencia; el tercero, aquel destino no cambiará jamás; el cuarto tormento, es el fuego que penetrará al alma, pero no la aniquilará, es un tormento terrible, es un fuego puramente espiritual, incendiado por la ira divina; el quinto tormento, es la oscuridad permanente, un horrible, sofocante olor; y a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas condenadas se ven mutuamente y ven todos el mal de los demás y el suyo; el sexto tormento, es la compañía continua de Satanás; el séptimo tormento, es una desesperación tremenda, el odio a Dios, las imprecaciones, las maldiciones, las blasfemias. …Hay tormentos particulares para distintas almas, que son los tormentos de los sentidos: cada alma es atormentada de modo tremendo e indescriptible con lo que ha pecado… Habría muerto a la vista de aquellas terribles torturas, si no me hubiera sostenido la Omnipotencia de Dios. Que el pecador sepa: con el sentido que peca, con ese será atormentado por toda la eternidad. Lo escribo por orden de Dios para que ningún alma se excuse [diciendo] que el Infierno no existe o que nadie estuvo allí ni sabe cómo es».

…la mayor parte de las almas que allí están son las que no creían que el Infierno existe. Cuando volví en mí no pude reponerme del espanto, ¡qué terriblemente sufren allí las almas! Por eso ruego con más ardor todavía por la conversión de los pecadores, invoco incesantemente la Misericordia de Dios para ellos…» (Diario, 741).

Visión del Cielo

27 XI [1936]. «Hoy, en espíritu, estuve en el Cielo y vi estas inconcebibles bellezas y la felicidad que nos espera después de la muerte. Vi cómo todas las criaturas dan incesantemente honor y gloria a Dios; vi lo grande que es la felicidad en Dios que se derrama sobre todas las criaturas, haciéndolas felices; y todo honor y gloria que las hizo felices vuelve a la Fuente y ellas entran en la profundidad de Dios, contemplan la Vida interior de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que nunca entenderán ni penetrarán.

Ahora comprendo a San Pablo que dijo: `Ni el ojo vio, ni oído oyó, ni entró al corazón del hombre, lo que Dios preparó para los que le aman» (Diario, 777).

«Y Dios me dio a conocer una sola y única cosa que a sus ojos tiene el valor infinito, y este es el Amor de Dios, Amor, Amor y una vez más Amor, y con un acto de Amor puro de Dios nada puede compararse. ¡Oh, qué inefables favores Dios concede al alma que lo ama sinceramente. Oh, felices las almas que ya aquí en la Tierra gozan de sus particulares favores, y estas son las almas pequeñas y humildes!» (Diario, 778).

«…Mi alma fue llenada de Paz y Amor, y cuanto más conozco a Dios tanto más me alegro de que Él sea así. Y gozo inmensamente de Su Grandeza y me alegro de ser tan pequeña, porque por ser yo tan pequeña, me lleva en Sus brazos y me tiene junto a Su Corazón» (Diario, 779).

«¡Oh Dios mío, qué lástima me dan los hombres que no creen en la vida eterna; cuánto ruego por ellos para que los envuelva el rayo de la Misericordia y para que Dios los abrace a Su Seno Paterno! ¡Oh Amor, oh Rey!» (Diario, 780).

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