No pretendo que este escrito sea una especie de bitácora de lo que vivimos este fin de semana (del 4 al 6 de marzo de 2022) en la Javierada con los Jóvenes de los Hogares de Santa María. Pero sí, una recopilación de sus puntos clave.
Personalmente, días antes del inicio de la Javierada, el desánimo y el enfado brotó dentro de mí. De 18 personas apuntadas, pasamos a ser 14 en cuestión de dos días. A conciencia, alquilamos un minibus para ir más cómodos, más caro sí, pero mejor para todos. Después contrasté que este desánimo no era solamente mío.
Nuestro responsable de la peregrinación, Pablo Serafín, nos instó a ser puntuales en la recogida del bús, para llegar temprano al colegio de Marcilla y así no molestar demasiado al alcalde. Todos cumplimos con la puntualidad y salimos a la hora prevista.
Durante el trayecto tratamos de ver una peli, previamente preparadas en un pendrive, pero no hubo manera. El reproductor del año del pleistoceno no pudo reproducir nada.
Algo para mí muy representativo de lo que nos iba a esperar en esta peregrinación, fue toparnos de frente con el arcoiris más bello y espectacular que he visto en mi vida.
Un doble arcoiris con unos colores tan intensos que parecía ciencia ficción (la foto no le hace justicia). Se podría decir que pasamos por debajo, se veía su inicio y final por ambos lados. Quedamos maravillados por el regalo que Dios nos estaba dando.
En el bús, cumplimos con las necesarias presentaciones y disposiciones con las que íbamos a peregrinar al castillo de Javier. Catorce almas con el corazón dispuesto a lo que Dios nos pidiese a cada uno.
Cenamos en mitad del trayecto y ganamos tiempo para llegar al colegio y jugar al llamado por el padre Jesús, “Ultimate”. Una especie de balonmano. Un momento de compartir y competir sanamente. Rezar completas y a descansar sobre tatamis.
Personalmente arrastraba una carga que me estaba costando mucho llevar y que podría haber sido un lastre para la vivencia de esta peregrinación. Pero no lo fue. Dios ha estado grande, y a pesar de suponer una contradicción para mí, la alegría ha rebosado por los cuatro costados durante el fin de semana. Vi rezar al padre Jesús con mucha devoción delante del Cristo Sonriente del Castillo de Javier, quise hacer lo mismo, y sin saber qué pedirle, le dije: “Señor, ayúdame a vivir con alegría esta batalla que estoy librando. A vivir, dentro del sufrimiento y la falta de fe, con una sonrisa, alegre” Pues se ha cumplido con creces. La carga sigue estando, pero ya no es tan pesada. Como nos dijo una monja carmelita de Mansión de Paz: “la felicidad no es vivir sin sufrimiento”.
Veintiséis kilómetros de camino y un tiempo maravilloso. Más frío que calor, y nada de sol en la jeta. Yo quise cargar con el macuto completo. Necesitaba eso, aunque sin saber muy bien el por qué; algo de penitencia. Quería cargar con todo, como lo estaba haciendo hasta ahora. Supongo que quería sentir lo que era ir deshaciéndome de mis “planes” poco a poco, incluso físicamente. Porque esta etapa que vivo ahora se trata de eso. Que mis planes sean los que Dios quiere para mí, su voluntad. Es difícil, muy difícil lo que estoy viviendo. Nunca antes se había puesto tan a prueba mi confianza en lo que Dios quiera, cómo Dios quiera y cuando Dios quiera.
En el Castillo de Javier nos juntamos, con mucha alegría, con los matrimonios jóvenes y sus correspondientes churumbeles. Un broche de oro al camino completado.
Por la noche cenamos en el convento Mansión de Paz, donde nos esperaban las monjitas carmelitas, entre ellas, nuestra querida Hermana Mercedes María. Llegaron Amparo y Aranxa en coche a pasar lo que quedaba de Javierada. Tomamos sopa monjil y rezamos completas en la capilla. Personalmente, necesito mucho la oración en estos días. Y me hubiera quedado en la capilla mucho rato más, pero había que ducharse y descansar. Me fui a la cama algo triste por la carga que todavía llevaba y que tanto me estaba costando ofrecer al Señor.
El domingo fue un día maravilloso de gracias a raudales. Oración, desayuno, misa (hice de monaguillo)… Durante la mañana me fui dando cuenta de que tenía que soltar esa carga, que estaba llamado a eso. Viví el día con esa disposición y con ganas de servir. Los resultados han sido impresionantes hasta ahora mismo. Seguirán las luchas, pero siento que mi confianza en Dios es un poco más firme.
Jugamos a la pelota y estuvimos en el locutorio con las monjitas. Vimos a la Hermana Mercedes María. Nos presentamos todos. En el ambiente se notaba que traíamos problemas y heridas muy a flor de piel. Las lágrimas brotaban con naturalidad (yo estuve a punto) y nos abrimos a los demás contando nuestras dificultades, sin ser explícitos. Caímos en la cuenta que en la felicidad también hay sufrimiento. Para mí fue clave entender que primero tenemos que trabajar en nuestra santificación personal. Es lo que me hace falta. Preguntarle a Dios sobre mí, qué piensa, cómo soy, qué quiere para mí.
Comimos junto con los matrimonios jóvenes. También estaba Lucía, esposa de Jorge, y Vicente y Valeria. Tomando el solecito en la calle, saboreamos el delicioso arroz con leche preparado con todo el amor por las carmelitas.
Y por último, esos catorce que comenzamos la peregrinación, nos vimos arropados por otras personas, amigos de algunos matrimonios, para rematar con la asamblea final, siempre muy necesaria. Las impresiones fueron muy buenas. Mucha alegría sana y desbordante.
Tengo la sensación de que esta peregrinación ha estado a un nivel de compromiso, obediencia, puntualidad y espiritual superior. Yo que he vivido experiencias con la Milicia y con Hogares, debo decir que es de lo mejor que he experimentado. Mantener el nivel para próximas actividades, será clave para el aumento y perseverancia del grupo.
Y también, destacar que ha sido una prueba de fuego para los comprometidos de Hogares (Pablo, Borja y yo). Ya que a principios de año se nos convocaba para darle un empujón y un aire fresco al grupo. Así ha sido, siempre, para mayor Gloria de Dios.
Y, ¿dónde queda San Francisco Javier en todo esto? Yo puse al santo de fondo de pantalla en mi móvil para tener presente a dónde íbamos a peregrinar. Y le tuve muy presente, pero luego caí, en que él quiso que el centro fuese el Cristo Sonriente, porque parece que lo que más necesitábamos era la verdadera alegría de ser cristiano a pesar de los sufrimientos. Felices en la tribulación. Se mantuvo en tercer plano, dejando a Cristo el primero y a la Virgen después. Gracias San Francisco Javier.
[…] nuevo año. Una nueva Javierada. Parece que fue ayer cuando escribí este artículo. Ni si quiera había caído en la cuenta de que este blog lleva abierto más de un año. Doy […]